Lo poco que queda en la mente de una mujer
que fue desterrada sin sentir desarraigo
es el espíritu y el sudor de un hombre que de nuevas ciudades viene,
de nuevos aires se nutre,
de nuevos depechos despierta.
La voz de sus gritos en el alma a flor de piel
suele confundirse con los ojos de la noche gritando recelo,
recelo al estío porque el frío cedió paso al amor,
una nueva pasión inerme que no se defiende de nada,
de nadie, desnuda de cañones, bayonetas y
defensas.
La mirada que le devuelve el reflejo soy:
soy él sin serlo porque en él vivo y por él soy,
una especie de especimen que espera por su llegada,
pendiente de su partida, dolida si le duele,
próspera si está. Estar. encanto de mi ensueño,
verlo en la sombra que lo ilumina un poco más,
porque su piel es polvo de risa, un paso mas de mi voluntad,
un desaire menos, un espacio transicional
entre algo que tristemente fue y
algo que felizmente será,
una fuente de energía superflua,
lo mágico de lo trivial.
Una sensación su puesta en escena,
una figura celestial,
algo que emerge de flores y nimiedades:
la importancia de dejarse amar,
sin forzar pués entre los cuerpos la unión es natural.
Natural su cuerpo, natural la sonrisa que llora sin querer llorar,
natural su boca que esboza palabras apenas sin discruso,
apenas sin verdad. Natrual su pecho tibio que alcanzo a trasluz
y con ayuda de su piedad, natural porque rogar es humano y ceder a la súplica lo es un poco más. Natural es él, que entre millones es uno más,
y no: sus dedos elegí,su carne;
elegí sus pies, sus pasos, su luz en vez de la del sol,
su aura, su condición de mortal,
su espítiru igual al mío, o parecido o similar,
a él lo elegí, a nadie más.