Me preguntas temeroso
que si todavía te amo,
pues presientes que he cambiado
y también mi corazón;
solo una cosa te digo:
con tu actitud lo has logrado
ya que nunca había fallado
entregándote mi amor.
Pero sentí un gran cansancio
al dar siempre de mi lado,
y al preguntar si me amabas
constantemente escuchar:
"Esas cosas me molestan,
no tienes que preguntar".
Te prometí ya no hacerlo,
me prometí no decirlo,
y poco a poco con tiempo
mi dolido corazón
buscaba cualquier detalle
para matar la ilusión.
Hoy, mis ojos ya no lloran,
no hay error que me lastime,
no hay temor que me abandones
ya sin tí, puedo vivir.
Pero ahora amor me pides
y tienes que preguntarme,
yo sin querer lastimarte,
te digo que no te oí;
me repites con un beso
y sin ser indiferente
te respondo solamente:
"pues claro, yo creo que sí".