Mi querida princesa, tu sabes que el amor
que yo siento por ti, es muy parecido al que sienten
los alpinistas por la cuerda mágica
que como un cordón umbilical los sujetan
suavemente a los pechos generosos de la vida.
Por eso me extraña que el olor muerto,
de una rosa amarilla escaneada en un papel
junto a un poema, que sujeto con fuerza
a las gindolas que de tus ojos cuelgan, te hagan dudar
de la pureza de mis sentimientos y del buen gusto
de tu mejor amiga.
Y quiero que sepas, que tus celos infantiles,
más que enfado, llenan de alegría todos los rincones
de mi corazón, que cautivo de tus caricias,
con una sonrisa juguetona y libre
como los pensamientos del Che, cada madrugada
muere entre tus brazos, como un guerrillero
de la paz.