(Soneto Alejandrino)
En el patio hechizado del cerezo florido,
la muchacha de rostro, ¡ más divino imposible!
de vestido impoluto, de mirada apacible
es milagro que el cielo nunca, a nadie, ha cedido.
El rubor de la pulpa de su rostro encendido,
con el labio armonizan, de manera indecible;
y sus ojos le copian, el verdor ostensible,
al endeble renuevo del cerezo nacido.
Es hermana gemela de una diosa del cielo,
que ha bajado a la tierra por buscar la ambrosía
que en el patio del vate se derrama en el suelo,
y se nutren las aves, con inmensa alegría;
mientras llega la diosa con sandalias y velo
a comer las cerezas, que enrojecen el día