Los hombres mueren,
pasan, desaparecen,
dejando su débil rastro
en el polvo de los caminos,
frágil huella de su paso.
Y son olvidados
por la memoria de sus hermanos,
así como sus nombres,
sus vidas
y sus obras en la Tierra,
por mucho que hayan logrado.
Todo en este mundo
es tan efímero, tan breve,
tan fútil, tan limitado.
Pero las Leyes
y los designios divinos
permanecen, invisibles
e inmutables,
más allá del tiempo
y de la memoria,
más allá de los pueblos
y las sucesivas civilizaciones;
más allá, incluso,
de las largas eras geológicas
y las edades de los mundos.
Es el Cosmos infinito
como un inmenso recipiente
de las eternas Verdades
y los planes insondables
de Aquel
cuyo nombre es sagrado
y por Quien el universo
sabiamente ha sido creado.
Es el hombre tan pequeño,
efímero y limitado;
pero DIOS todo lo abarca,
lo domina, lo controla,
y es Su AMOR hacia nosotros
como una infinita ola
que nos lleva hasta Su Lado;
conocerlo y anhelarlo
es, para el frágil humano,
el tesoro más preciado.-
Eduardo Ritter Bonilla.
DEDICADO, CON TODO MI RESPETO
Y MI ESTIMACIÓN, A ELISABETA
Y A LAGODECRISTALESAZULES.