Hagamos el amor, en la bella sutileza
en el despunte del alba, a solas y en silencio,
con la plena vaguedad que tu cuerpo me expresa
cuando ries en mi espalda y no estoy atento.
Hagamos el amor, cuando escapen nuestros duendes
al bosque imaginado por Marechal y por Neruda,
en esas preguntas que con tu piel me respondes
a cada agitación de tu silueta en mi cintura.
Hagamos el amor, donde la noche es intrascendencia
y el mar nuestro refucio de ruidos premitidos,
el vernos solo en uno, tu voz y mi conciencia,
las formas de excitarme que logras con gemidos.
Hagamos el amor, sin vuelos partidarios
con el honor de ser dos almas en agonía,
hagamos el amor, mi dulce, y sin horarios
concedeme la pausa de tenerte todavía.