Y quien lo iba a pensar, quien hubiera dicho, que uniríamos los días, para fundar un destino, que tenga nuestros apellidos, y que sedosariamos el andar, cuando las espinas
te anuden a los pesares, que quieren hacer brotar de ti, las oscuridades, que nos segaron
cuando el amanecer se enrede para no asomarse, mientras los despertares, se duerman bajo el pimiento, que soñaba llevándose
mi destino, pero la esperanza, de que nos amaríamos
me dejo enredado a la vida,
y el árbol que me llamaba se quedo enraizado al ayer,
ese que pereció, cuando me di cuenta
de que eras la mujer de mis sueños, y florecieron los aromos del sur, que me envolvieron, cuando mis miradas
se posaron en los tuyos.