Vamos compañera mía
a poblar nuestros cuerpos
con caricias y besos;
vamos a desenredar nuestras venas
oprimidas por tanta amargura,
por tanto odio y coraje.
Yo soy un simple habitante del mundo
y tu eres el mundo que quiero habitar;
quiero sembrar en tu cuerpo
caricias que se esconden en mis manos
y por las mañanas escalar
las cumbres de tus pechos
y perderme en tus copos de ternura,
de miel y leche.
Búscame
y seré yo quien te encuentre,
porque te amo,
porque soy la arena liberada
en el reloj eterno
de nuestro amor.
Sembremos juntos la vida,
cosechemos con las mismas manos el amor,
hagamos el pan
y sentémonos en la mesa
a comernos el pan de nuestras propias carnes,
para desnudarnos a dentelladas
de las cosas sin sentido
y dejar que cante el alma,
que cante el gallo tres veces,
para negarnos
el uno al otro,
porque no somos ni uno ni otro
ni dos ni tres,
sólo somos
aqui y ahora.