El alma del suburbio se despierta,
con vapores de penas y de alcohol.
Las sombras y el frío se amordazan,
el barrio otra vez echó a rodar.
El alma del suburbio pestañea,
se apagan las luces de color.
Se callan las notas del violín,
la noche se aleja calle abajo.
El alma del suburbio se extremece,
resuena hasta el último rincón,
la sirena del barco que se aleja,
el puerto despierta del sopor.
El alma del suburbio nostalgiosa,
rebota en el húmedo empredado.
La amarilla luz del farolito,
se diluye solitaria en la esquina.
El alma del suburbio ya sucumbe,
en la penumbra gris de la alborada.
Lanza a la brisa sus últimos quejidos,
agudo y mordaz el bandoneón.
El alma del suburbio se entristece,
ni Julio Sosa, ni Gardel ahora cantan.
Ni hay guapos en noches de desvelo,
solo un tango lastima los recuerdos.
El alma del suburbio se despierta,
nostalgia de tiempos que pasaron, .
Las cuerdas del corazón ahora tensas,
tañen el último acorde sin preguntar.