Cuando me miras, amor,y tu mirada
en el aire se funde con la mía
y, al fundirse, me rompe desatada
el redondo cristal de las pupilas;
cuando me hablas, amor, y tu palabra
llegando al alma, el alma me ilumina
y reencuentro el fulgor de una mañana
que mucho tiempo la sentí perdida;
cuando me besas, me abrazas, me sonríes;
cuando en la paz de la noche te me entregas
y, ya dormida, me llamas por mi nombre,
qué gozo siento tan dulce y tan sublime;
qué dicha tan grande y placentera.
¿Será la dicha de amarte y de ser hombre?