Hay que meter, por descuido, la bota
en un charco,
olvidar la sombrilla
cuando inicia la tormenta,
perder todas las llaves para entrar por la
ventana,
encender, sin darnos cuenta, un cigarrillo
al revés,
perder el sombrero frente al hombre
detrás de la barra,
abrir un mapa y no saber, después, cómo
doblarlo,
sonrojarnos por hacer algún cálculo absurdo,
tirar un billete pensándolo una papeleta
y abrir, por error, una carta que no es para
nosotros;
también hay que llamarle
merienda al desayuno,
llegar al festejo mucho antes de la fecha,
confundir el sábado con el domingo,
golpearnos el dedo con el plomo del martillo,
olvidar que la sopa hierve en la estufa
y abrirnos la piel con las páginas de un libro;
hace falta, sí, nos hace falta todo esto,
nos hacen falta las faltas,
las enmiendas, las erratas
y ser tan idiotas como somos,
perfectos
imperfectos.