Meditando se encontraba un viejo,
Sentado a la orilla del mar;
Su rostro mostraba en si el reflejo,
Del cansancio de quien por muchos
Años espera,
Con la esperanza intacta de poder
Ver su amor regresar.
Los barcos deambulan a lo lejos
En el horizonte como jugueteando
Con las gaviotas,
Dando la falsa apariencia de aquellos
Puertos;
Donde la gente se apabulla en desorden,
Para poderse embarcar.
Pero igual a ellos
Mejor les place usarlas como auriga,
O velas inmaginarias
Que en su vuelo incoherente,
Un bello paisaje prodiga;
Efectuando una tras otra pivota,
Con un dejo parsimonioso y silente,
Dando la idea con ello..
De en vano quererles alejar.
Cae el ocaso..perseguido de cerca
Por el mágico velo de la noche,
Que con infinitas estrellas,
Invitan a aquel humilde viejo
A descansar;
Regresa con paso cansino a su choza,
Se acuesta de nuevo en su hamaca;
Y la ténue lúz de aquél viejo faro le avisa,
Que en su giro eterno, cadente y sin prisa,
Ocupará por un breve instante su puesto,
Para que con tu regreso..
Pueda él volver a soñar.