Yo en mi mujer un lucero miré
y le di mi amante y constante fe.
Pero ella olvidó, no quiso saber,
mi padecer, pues no supo entender,
que mi pecho suspira de querer.
Adoré a esa mujer, con el fuego
de mi joven y ardiente corazón.
¿ Mas os he dicho que ella me olvidó?
no puedo aplacar el feroz tormento
y ahora convivo con mi dolor.
Mirar la luna brillar en el cielo,
oir al arroyuelo llegar al mar,
cruzando en el desierto de mi vida;
lo que me brinda la luna es consuelo,
y el agua mansa me invita a amar.
Si hubiera conservado mi niñez,
mis labios de carmín, mi tersa tez,
se cegarían sus ojos de amar,
amargo es el amor, sin ser amado
pero el viento esparcirá mi canción.
Para quién se burló al ver mi desgracia.
Ingrata, a la que brindé amor y fe,
dedico mi noche, triste canción.
Del arroyo, solo quedó el rumor,
de nuestra vida, tan solo dolor...