Se ríe la berza en verde
de un tomate colorado,
orondo y avergonzado
y colgado de su suerte.
Un nabo semienterrado
abanica su plumero
feliz y dicharachero
mirando de reojo, al lado
a un melón que de su sierpe,
encadenado y engordando,
por el suelo va reptando
embuchado de simiente.
Una cebolla les mira
con su penacho lloroso
resecado y ostentoso
que por la tierra se estira,
al lado de la judías,
tiernas y que aplanadas
se mecen como ahorcadas
de su soga tensa y fría.
Al fondo una calabaza,
amarilla y vergonzosa,
dormita quieta y reposa
en la hierba que la abraza,
cual pelota abandonada,
de la tierna algarabía,
que yace al final del día
en un rincón desinflada.
El pepino, falo inerte,
se asienta provocador,
y luce con esplendor
entre sus enaguas verdes