Mirame así de repente sin presagios,
ojos de nubes, trasparentes de rutina,
mil formas y tan solo un adagio
forma de existir siempre en mis pupilas.
Mirame sin tiempos ni distancias,
con el amor a flor de piel en la mirada,
un transumante otoño de nostalgias
y el elixir paciente de mi última morada.
Mirame como se miran esas cosas,
que se aman al trasluz de una infidencia,
y las aguas de tus ojos permanecen sinuosas
persistiendo en lluvias, ajenas de paciencia.
Mirame que al mirarme me deshaces
y lo sabes en tu eterna lozanía,
con esa mirada de angeles procaces
y tus lunas, bañando mi melancolía.