Estrella, blanca estrella
brillante, lejanísima,
de palpitante pecho
de intermitente luz;
sonríeme en la noche
cuando me quede solo
y cuando se me oculten
las voces del ayer,
cuando desbaratados
mis sueños me rebasen
frenéticos, dejándome
con su sabor a hiel.
¡Oh blanca estrella fúlgida
de luz deslumbradora,
de puros resplandores
en plena conjunción,
concentras en tu vientre
sonambulescas formas,
palomas cintilantes,
danzantes querubines,
ya jóvenes canarios
ya luengas cabelleras
o ya relampagueantes
fantasmas en motín!
Conduce mis suspiros
-aurigas siderales-
por esas tus veredas
de múltiples centellas,
las que arden en las noches
sin luna, a la deriva
por tus veredas de aire,
destello de girándulas
sin luna, a la deriva,
arena de diamantes
sobre mi atardecer.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC