Fumo iluminando la oscuridad,
otro día,
el mismo horizonte,
otra noche,
el mismo plan,
cómo quieres que no escriba
si esto es casi en lo único que creo.
A veces divago como un octogenario senil,
y como tú,
también me siento solo.
Mucha gente pero no hay nadie,
mucho ruido para no decir nada,
mucha soberbia para tanta insignificancia,
muchos dioses para tan pocos creyentes,
mucho vende moto sin compradores.
Es lo que veo,
lo que asimilo,
lo que asumo,
y lo que odio.
Somos una sociedad estúpida,
buscamos felicidad en billetes arrugados,
fabricamos la soga que sostendrá nuestro cuerpo inerte,
criticamos lo mismo que también nosotros hacemos,
y lo peor de todo es que
quizás y sin quizás
yo tengo que incluirme en todo esto.
Me hace gracia ver como gente vitorea al político tras su discurso,
como discutimos el partido de hoy
y por algún extraño motivo
llamamos al árbitro hijo de puta,
me hace gracia ver a un pobre pijo de clase media vacilando de dinero,
o esos inocentes chavales comedores de planetas
dándoselas de malotes,
de chungos,
de tipos duros,
cuando no saben que es el mundo quien los saborea poco a poco.
Un bañito tibio de humildad no le vendría mal a más de uno,
un rato a solas notando el dulce tacto de la locura.
Esperamos milagros,
y morimos esperando,
esperamos respuestas,
y la respuesta nos lleva a una nueva pregunta,
no hemos evolucionado tanto,
creemos que vivimos,
pero seguimos sobreviviendo,
ese es el destino de la humanidad,
un abismo desbordado por los sinsentidos de la existencia,
es una visión demasiado pesimista,
lo sé,
solo es uno entre los otros tantos puntos de vista,
no existe eso que llaman verdad,
solo existen las diferentes realidades que cada cual va creando,
aunque hay muchos habitando en realidades que otros crearon,
como si fuese bueno seguir cualquier ejemplo. . .