Por aquellos años coleccionabas indiferencia, tenías como invitada especial cada lágrima tierna, comprabas los boletos para la última función del sufrimiento, eras la reina de el desván de los sueños rotos. Más sin embargo lucías, tú siempre inmaculada sonrisa, la que se ahora fingías para que nadie supiera lo mucho que entonces sufrías. 16 años son tan pocos, para entender tanto sueño roto y aunque tus alas estaban partidas, aún subías cada noche la escalera del recuerdo. Para encontrar entrada la madrugada aquel desván de los sueños rotos, aquel lugar tan triste y maravilloso, el mágico espacio de la lágrima escondida y de alguna caricia furtiva. Alguien tal vez te podrá indicar como se conjuga en presente el verbo amar, lo que nunca te tendrá nadie que explicar es el pasado del verbo llorar. Autor : Martin Lunary