Recibí noticias tuyas
y, aunque no debo alegrarme,
tengo que reconocer
que después de tantos años
sin saber nada de tí
se volcó mi corazón
cuando conseguí enterarme:
Que se esfumó tu melena
como helado de limón,
se derritió la capucha
que cubría tu gran melón.
Sé que no está bien decirlo
pero mi satisfacción
se vió colmada de lleno
cuando más tarde me entero
que tus biceps trabajados
y mimados hasta el fín
ahora adornan tu contorno
cual muñeco Michelín.
¿Qué fue de tus tabletitas
de chocolate candente?
Que al final se han derretido
y lo que era tu tripita
ahora es un cojín mullido.
Pero hay algo que lamento,
que lo siento de verdad:
que tu novia Raquelita,
esa que estaba tan buena,
por la que tú me dejaste
(seguro que ni te acuerdas)
decidió volver a casa,
a ese bar de carretera.
Y yo, sin embargo,
no es por presumir,
estoy estupenda;
me apunté a un gimnasio,
bailo reggaetón,
y tengo un tipazo
que para sí quisiera
Anita Obregón.
Gracias a un programa
de televisión
me planté dos tetas
como dos carretas,
valga la expresión.
A pesar de todo
no soy rencorosa,
mi deseo es sincero:
sube tu humildad baja ya tu ego;
en una mujer
debes valorar
lo que lleva dentro.
P.D. Y no me refiero a su ropa interior.