Llegaste a mi
encendiendo los faroles
de la esperanza extraviada
en crepúsculos rosados
por el tibio sol
de tardes otoñales.
El temple sagitariano
encumbra tu crisma,
encendiendo luces de alborada,
augurando buenos tiempos,
en un bendito recodo
de la ventisca de mi vida,
remozando las gaviotas
que rondaban mi puerto polvoriento
de viejos amoríos sepultados.
Llegaste a mi,
como llega el sol al alba,
acariciando el claroscuro
espacio de la aurora,
encendiendo llamaradas de ilusión,
en la aureola de mi virtuoso pensamiento,
impulsando hacia
el cobijo de tus brazos despejados,
que me esperan
contenciosos de mimos calurosos,
para estamparme
en el aroma de tu pecho. Laureano Marcano N.