Cuán alegre se vieron nuestros rostros,
cuando navegábamos feliz sin omisión,
los corazones flotaban en pasión
cabal, sin deterioro en cada encuentro.
Nuestros ojos leían amor verdadero,
el ferviente anhelo es sin condición,
ningunos de los dos veíamos decepción
posible, el acuerdo es real y austero. El medallón partido lucía orgulloso
en señal del amor en nuestro pecho
así roto, lo veíamos satisfechos
en cada pedazo amor portentoso.
Ahora solitario, pago el costo
la medalla entera, corazón roto.
Autor: Alcibíades Noceda Medina