Por esa barranca baja
con su caña el pescador,
cruza la estación la plaza,
y las pocas casas bajas, que llevan al cañadón
El muchacho con pacienecia
lanza el sedal con su anzuelo,
se recuesta sobre el suelo,
el tiempo no es su desvelo.
La sombra fresca del sauce
el arrullo de las aves
y el canto triste del grillo,
lo adormecen al instante.
Sueña con mil maravillas;
Su barrio ya no es igual,
las calles no son las mismas,
el empedrado llegó,
el alumbrado, además, la oscuridad se llevó.
Las casas no son tan bajas
y el cañadón ya no está.
Fue en ese mismo momento
que la línea se tensó, el tirón lo despertó.
que alegría que sintió, cuando miró
y descubrió, que un sueño nada mas fue.
El bañado estaba ahí,qué suerte nada cambió.