Lágrimas
de felicidad,
lágrimas
de satisfacción.
No todos los llantos
son de dolor,
no,
yo creo que no.
Mi mente quedó
en silencio,
mi pensamiento
absorto en la nada,
en la nada que nunca hubo,
en la nada que nunca
es y no será.
Las lágrimas
brotaron solas,
dispuestas,
vivaces
y yo sin pensar.
Qué bella
es la vida,
la gente,
la frente del hombre
que mira a mis ojos
con tierno sonrojo.
Qué lindo es el hombre
que me ama a su modo
y deja que lo ame
sin ningún incomodo.
Me mira,
y aunque no comprenda
del todo el por qué
me comporto de cierta manera,
no se da la vuelta
si no que pregunta
y se toma su tiempo
para complacerme
después de entenderme.
Su pecho es mi nido,
no lo cambiaría
por miles de lirios,
ni por las doradas
carrozas de un rey,
ni por los colores
de las mariposas,
ni por lo que
hubo de ser
y no fue.
Tierno,
dulce,
franco,
discreto,
qué delirio,
qué locura...
lo mío no tiene cura.