Hagamos un pacto, y mientras tanto
busquemos la forma de no interrumpir
la sana costumbre de hablar sin llanto
la forma traviesa de volver a vivir.
Hagamos un pacto, aclaremos ideas
tengamos a mano el duende y la flor,
y en ese rincón de nuestra primavera
pensemos en pares, miremos de a dos.
Hagamos un pacto, tranquilo, sereno,
sin esa perversa manera de hablar,
abarquemos esos planos donde vemos
pasar nuestros días, sin nada callar.
Hagamos un pacto, y mientras tanto
luchemos la vida simple y de a dos,
y en ese horizonte nuevo de remanso
tengamos a mano el duende y la flor.