Era noche aciaga cuando, la poeta meditaba,
Y volteando sobre sus dedos la suave pluma,
Se dio cuenta de que su vida no tenía dicha alguna.
Sobre el papel en blanco sus lágrimas empapadas,
Sobre el funesto corazón un dolor ensangrentado...
Y pensó... “Basta ya de tantas puñaladas”
Cuando la razón se pelea con el corazón,
Y aquel ápice de locura hace presencia,
No se me ocurre otra cosa que hacer
Si no es alejarme de todo en reticencia...
Si la inspiración me abandona
Enamorada de su musa,
Dejaré aquí el cuaderno, la tinta, y la pluma...
Si me he de quedar sola ya no puedo escribir,
No sé que pensar y no tengo que decir...
Sólo sé, poeta, que nunca me olvidaré de ti...