Al árido desierto de mi vida,
arribaste con las manos abiertas
y repletas de tu esencia y tu ternura,
para que pudiera saciar mi sed de amor.
Las yermas horas de mi existencia,
se volvieron fecundas a tu lado,
con flores y frutos renacieron,
esperanzas marchitas de mi ser.
Separando mi corazón de las espinas,
anidaste en él sin preguntar
y extendiste tu reducto por mis venas,
para quedarte por siempre allí a vivir.
El común denominador de mis instantes,
es la paz y la quietud que me brindaste,
que se alteran solamente si tu quieres,
cuando osadamente buceas en mi existir.
Estalla la pasión en mis entrañas,
en hambrienta erupción por tu querer
y recorro las laderas de tu cuerpo,
incendiándolas sin piedad al despertar.