Una madre buena no es aquella
que permite dejar hacer lo que tu mente adolescente exija,
sino aquella que aunque la creas adversa, forja tu carácter,
Cimienta tu vida, para que seas realmente feliz.
Una madre maravillosa NO es la más chévere, ni la más alcahueta, ni la que tiene una moral más tersa o el bolsillo más llamativo,
Es aquella, quien con tan sólo una sonrisa
y un buen consejo puede alegrarte en un futuro, la vida.
Una madre valiosa no es aquella que lucha porque obtengas más títulos, ni más cargos académicos
es aquella que te enseña a luchar por tus sueños
sacrificando los suyos por hacer felices a sus amados hijos.
Una madre excelente no es la más carantoña,
sino la que vibra al escalar cada escalón
y decirte con hechos, cuánto te ama.
Una madre feliz no es aquella que se siente halagada
por ser admirada por sus hijos e hijas,
Es aquella madre firme de carácter, que puede decir NO,
cuando el botón de su más hermosa flor, exige más allá de sus posibilidades.
Y un hijo o hija, es feliz cuando valora una madre así.
Se siente orgulloso de tenerla como amiga y consejera….
Sabe escuchar la tonada de su virtuoso instrumento:
Su palabra.
Lucha a su lado compartiendo los vaivenes de su existencia,
desde las primeras osadías de adolescente,
hasta devolverle los mensajes y cuidados que ella
prodigó desde niño,
La verdad, hijos e hijas, es que las madres en eso de ser
emprendedoras, luchadoras, acuciosas, llevan un gran recorrido…
¡Qué tontos hemos sido de niños, adolescentes y jóvenes,
cuando dejamos de valorar el regalo más maravilloso
solamente por la capacidad de creer que lo sabemos todo…!
¡Tonto y mil veces tonto el hijo o hija que cree más en el amigo o amiga en la calle, teniendo la mejor persona y confidente en casa!