Aquí estoy, con la cara endurecida
con una mueca seria y fría,
de aguantar tanto la herida
que le hiciste al alma mía.
Aquí me tienes, como estúpido por ti,
bajando diariamente estrellas de cristal
para demostrar que todo sigue igual,
que no hay nada malo en mí.
Defendiendo tus sueños de demonios,
que se instalan en tu cabeza,
que florecen hiervas de tristeza
y que crecen en tu dormitorio.
Y seguiré aquí, como si nada pasara,
de pie, quien sabe cuanto pueda aguantar.
Será lo que pase primero, que te vayas
o que llegue el día en que te pueda olvidar.