Unas nubes pequeñas toman sol en el aire,
se entretienen jugando libremente y sin normas,
y mientras se desplazan van trocando sus formas
con destreza admirable, bajo el cielo del Zaire.
Muchas de ellas son pálidas. Otras visten de luto.
Van cantando canciones que las hacen llorar.
Pocos son los humanos que las oyen cantar
aunque lleven el rostro derrotado y enjuto.
Por las tardes, a veces cuando el sol se retira
ellas van de regreso para el cielo español
y se pintan de luces, de un excelso arrebol
como si se apenaran porque alguno las mira.
En manadas regresan como tiernas ovejas
a posar sus fatigas en las sierras nevadas
y ahí quietas se quedan y se quedan calladas
arropando sus cuerpos con cobijas bermejas.
En sus sueños algunas trazan rutas posibles
y se ven navegando por los cielos de Francia.
Otras roncan, sollozan con tenaz petulancia,
son enfermas de gota, candidatas punibles.
¡Ay, las nimbus orondas, belicosas matronas!
separadas del grupo, divorciadas y ajenas
como las plañideras van dejando sus penas
en las selvas voraces del feraz amazonas.
¿Qué decir de los cirros, orgullosos y altivos
que en las altas mansiones de la atmósfera viven?
No hay gaviotas que en ellos sus paseos cultiven
y es allá donde moran mis anhelos cautivos.
Son mis sueños tan altos como nubes que trocan
a medida que cruzan los celestes espacios,
sus vestidos en llanto y en suspiros tan lacios,
cada vez que que las musas a mis puertas me tocan.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC