Con frecuencia me tropiezo
y mi rostro da en el suelo,
la vida es una sucesión
de tropiezos y caídas.
Y cuando estoy en el polvo,
víctima de mis errores,
siento que no tengo fuerzas
para elevar la mirada
y volverme a levantar.
Es entonces que te imploro,
Señor Dios del Universo,
que me ampares y protejas
y me ayudes a avanzar.
A Tu lado no me aflijo
ni me debo preocupar;
sé bien que Tú no me dejas,
que siempre escuchas mis quejas
y me cuidas como a un hijo.
Con humildad reconozco
mi humana limitación,
que no soy "tan poderoso",
y que sería muy vanidoso
presumir de "suficiente",
porque tengo muy presente
cual es mi real situación;
dependo, Padre Amoroso,
de Tu Palabra indulgente
y de Tu Amor sin condición.-
Eduardo Ritter bonilla.
10-09-2009.