por el camino de la calle de las Fresas
paseaba una nariz con sombrero,
lloraba, cantaba himnos de gesta,
escuchaba sus respiros.
Cansada de moquear y sonarse las lágrimas
sentó aletas en banco,
y se detuvo a observar transeúntes
chupando un helado.
Por el camino de la calle de las Fresas
andaban miles de pañuelos,
bandas ásperas de blanco,
y nadie enjugaba gotas de flema.
Volaban, solitarios, sin dueño,
salidos de un paquete nuevo;
henchidos, flotaban, con el egoísmo
pintado en el papel.
Por el camino de la calle de las Fresas
un sombrero arengaba a una nariz
a calmar su cielo de nevadas verdes,
y vio a lo lejos.
Vienen por el camino unos labios
carnosos, pintados de carmesí,
se estampan en la napia, y ésta
huele el aliento dulce de las frutas.
Por el camino de la calle de las Fresas.
Por el camino de la calle de las Fresas
puede apreciarse una nariz y unos labios
presumidos, unidos felizmente, en una cara,
tu cara.