En el lado izquierdo, allá, muy escondido, tenemos el corazón. Es pequeño en proporciones, pero inmenso en bondad e imaginación. Consigue que sonriamos, que rocemos la felicidad; aunque a cambio reciba bofetadas que lo pueden desorientar. Es magnánimo, y elocuente, amistoso, cálido, y señorial; y aunque también se mosquea por nada se calma si le ofreces un poco de amor y paz. No hay nada tan grande como un corazón agradecido, que multiplica por veinte todo lo recibido. Mas hay que cuidarlo de la gente mezquina, sin escrúpulos, y escasos de piedad, que suelen patear su autoestima y empujarlo a lo banal. Pues se aprovechan de su ternura de esa extrema sensibilidad, sacándole lo que pueden hasta dejarlo desangrar. También hay que mimarlo pues es tan fácil olvidar que a pesar de que solo tenemos uno es nuestro pilar primordial. Y algo que nunca, nunca, hemos de olvidar es que todas las lágrimas que derramemos un día nos las hará olvidar con un buen puñado de besos, un tierno y cálido amor, y un carro de dicha y felicidad.