A que le temes preguntaste un día,
A tu belleza fue la respuesta mía,
Hermosa eres como el sol naciente
Como las tardes de luces imponentes.
Tus negros ojos tienen el brillo de luceros
Para iluminar mis noches de desvelos,
Tus labios son fuente de besos y de mieles
Donde iniciaban el dialogo nuestras pieles.
Fuiste mía desde lo más profundo de tu ser,
Desde tus entrañas ardientes de mujer,
Desde tus sentimientos escondidos
Hasta las ansias de sexo, siempre reprimido.
Me pertenecías como el mar al rio,
Como el poeta a sus locos desvaríos,
Como la carne al mundo pervertido,
Como el perdón al pecado y al olvido.
Te quise con la fuerza de la sangre
Con el apetito del que tiene hambre,
Te quise con la fuerza del amor
Con pasión, con tristeza y con dolor.
Ya no le temo al furor de tu belleza,
Ni tus ojos, ni tu cuerpo conservan la tibieza
Que en otros tiempos alimentó la hoguera
Donde se inicio esta dicha pasajera.
Todo es inútil ya no estás, te has ido
Has dejado los arrullos de mi nido
Y en otros brazos retozaras ardiente
Mientras mi vida se apaga silenciosamente.