Sale mejor, más áureo
y más ligero,
si nos ponen, primero,
ante los ojos un prisma
y si callamos,
cayendo,
espejos de ángulos
sordos;
sale mejor si a cada
cabeza
le restamos un círculo
y fabricamos con
su carne
una palabra o una lengua,
para esconder,
bajo tierra,
nuestros grandes
delirios;
sale mejor si todos
perdemos
o si nos atrapa, sátrapa,
un llanto
pálido y ajeno, la
mano de un colega
o la mentira
franca, que no
sabe mentirnos;
sale mejor si nada sucede,
si permanecemos
debajo,
negro sobre blanco,
y por eso callamos,
con ojos
ocupados, y
culpamos de todo,
sin motivo,
al tiempo;
sale mejor si no sale en
absoluto y si tú,
entre las diagonales,
te quedas de pie
y sin decir nada,
quizás llorando
(los brazos cruzados)
o quizás susurrando
palabras
de martillo.