Hay cosas que no se dicen
(no tiene caso decirlas)
no basta con escucharlas
para que sean comprendidas;
hay cosas que, para algunos,
necesitan ser vividas:
sentidas en carne propia
para, así, ser retenidas
(cada cual en su memoria)
y formar así nuestra historia
personal, nuestras caídas.
Sólo así aprende la carne:
doliéndose las heridas
y no olvidando ya, nunca,
que hay cosas que no se deben
hacer, ni ser repetidas.
No intentes en vano esfuerzo
aleccionar con consejos
a una mente enceguecida
por sus vicios y egoísmo,
para evitarle el abismo
de dolor al que se orilla.
De sabios es la prudencia,
el silencio, la paciencia,
(la discreción nunca humilla)
el hombre sabio y maduro
comprende, calla y perdona,
prosigue su propia senda
y nunca redime a las almas
que, desoyendo palabras,
prefieren seguir su rumbo
y, dando la espalda al mundo,
no quieren ser redimidas.
Él sabe que no es momento
indicado ni oportuno
para querer alejarlas
de sus propias pesadillas;
él sabe y aguarda, cauto,
que a cada quien llegue el turno
de aprender por la experiencia,
cuando fracasan la ciencia,
el dinero y las mentiras.
Hasta que el soberbio aprende
con lágrimas de impotencia
rodando por sus mejillas
que la Ley es UNA, eterna,
y queda el alma de rodillas.
Entonces DIOS en el hombre
se muestra Fiel y Piadoso
y, como Padre Amoroso,
en un gesto bondadoso,
lo redime, lo consuela,
y le muestra Sus Maravillas.-
Eduardo Ritter Bonilla.
09-04-1993.