Un mundo negro
con arboles desojados,
con lluvias ácidas
y sentimientos olvidados
que se recogen
como un leproso
lo hace con su piel,
putrefacto.
Las aves caen
y el sol se esconde
por lo mas lejano
de nuestro horizonte,
me siento tan solo
hasta que te veo
llegar por el borde
de la cima infinita.
La escalo atónito
para tomar tu mano
y salvar mi vida,
borrar mis tormentos
y toda la ira
que se escurre
por las salidas
de mis arterias.
Me envuelves
con tus grande ojos
y quitas mis penas,
dices que todo esta bien
aunque alrededor
se escuchan cadenas
y un crujido
del ser que las arrastra.
Abres el cielo
con una palabra
y algo desciende,
como un asteroide
que a su paso prende
todo el contexto,
solo veo llamas
y animales muertos
en caravanas,
pero sus almas
se postran ante ti
y el fuego no te hace nada.
Me sonríes
y el frió se va,
mis oídos
empiezan a escuchar
un coro de ángeles
y tu lo empiezas
a entonar.
Un para de alas
se extienden
por tu espalda,
y me doy cuenta
que eres
de otro lugar,
tal vez del cielo
o algo mas cercano,
el mismo cuerpo
lunar.