Todas las personas soñamos, y yo una vez soñé que estaba enamorado, que mi vida acabaría si ella no estuviese. Una vez, soñé que había encontrado la felicidad con forma humana, tan preciosa por dentro y por fuera que empecé a creer en la perfección.
Soñé tambien que era correspondido y que nuestros sentimientos eran gemelos.
Caminábamos juntos cada uno en un bosque distinto pero con un mismo camino, descalzos sin miedo a pincharnos con erizos, luchando contra hienas que se reían, contra lobos que nos atacaban en un descuido, contra buitres que nos acechaban y buhos que nos vigilaban.
Podíamos ver, pero los dos éramos ciegos el uno para el otro.
Apenas podiamos oir, pero teníamos un agudo sentido para poder escucharnos a traves de millas infinitas.
No podíamos sentirnos suavemente de cerca, pero si intensamente desde muy lejos.
Pasábamos noches enteras durmiendo entre diferentes algodones, cerrando a la vez los ojos con fuerza y deseando que al abrirlos, estuviéramos frente a frente para refugiarnos con nuestro calor de un frío invernal que intentaba azotar duramente la lejanía de nuestros corazones.
Era tan grande aquel sentimiento, que es imposible describir el recipiente que sería capaz de llenar con él.
Mi bosque estaba plagado de su aroma en el viento, de su mirada en el brillo de las estrellas, de su piel en el tacto de las rosas, de su sabor en la miel de las colmenas. Estaba plagado de ella.
No era necesario verla para amarla, ni tocarla para sentirla. La encontraba en todo lo que miraba, la deseaba en todo lo que recordaba.
Era la única que me tocaba el corazón a través de aves mensajeras, y la única que me hacía sentir sus besos con solo palabras.
Todo era casi perfecto. Y digo casi, porque había que seguir luchando día a día, intentando unir nuestros caminos para así caminar a la par. Y aunque nuestra lucha era fuerte y segura, el sendero a recorrer parecía no menguar jamás. Vendí mi alma al diablo para acercarme más a su Edén sin importarme lo más minimo adentrarme en una selva desconocida. Haría lo que fuera por compartir su mismo bosque. Haría lo que fuera por ella.
Entonces. me desperté.
Nunca olvidaré aquel sueño.
Aveces soñamos despiertos y vivimos dormidos. Los sueños, sueños son. O al menos eso es lo que dicen.
En ocasiones hay sueños que son capaces de marcar la vida de una persona más que la propia realidad.
Prefiero soñar una vez que estoy realmente enamorado, a vivir mil amores soñando con que sean de verdad.
Ella sigue en su bosque, yo sigo en el mio y nuestros caminos ya no son los mismos. Pero fué la que cambió el curso de mi vida, la forma de ver las cosas y la forma de sentirlas.
Fué un sueño hecho realidad. Fué una realidad de ensueño. Fué, mi sueño.