I
Se revuelcan, vagan, giran, naufragan,
Afloran inútiles, las palabras cansadas
De cansarse en el alma de un hombre sin cansancio.
Las palabras que otrora eran palabras.
Sonidos ineludibles del corazón,
Luz que surcaba la noche, el espacio y el tiempo
Tormentas que hoy son calmas
Silencio, sombra, distancia, nada.
II
Yerta o erguida
Vibra la palabra. A veces se viste de diosa
Irreal o terrenal
O se desviste, impúdica,
Y en su hermosa desnudes
Se alza y revolotea y es
Como el breve zunzún
Que a la flor se asoma,
Yerta o erguida
Ha de cubrirse con piel
Y llenarse de brazos
Que renazcan como retoños
De la rama.
La palabra
Río de enorme caudal
Y aguas cristalinas
Vibrante,
Yerta o erguida,
Ha de correr,
Como liebre, a veces
Como blanco corcel.
O fundirse en los abismos
Que oculta el mar,
Impredecible y oscuro.
A pesar del sol,
Que también es palabra
Yerta o erguida
Pero vibrante.
La palabra
Que también es
Coraza y fusil al hombro
Puñal y lanza
Que salen de la noche,
Áspid que se arrastra
Desde la maleza
Al verde jardín
Viento, silencio,
Mentira,
Pero sobre todo
Ha de ser siempre
Mi diosa desnuda.
I
Si es cierto,
Hay tormentas tropicales
Y ventiscas más al norte.
Pero aceptémoslo.
Dejemos a un lado
La hilarante retórica,
Ávida, árida, inerte desde hace años
Porque sin dudas
Hay palabras que vienen y van
Como los sonidos en el viento
O como el viento mismo
Que arrastra el polvo
O no arrastra nada
Si, hay palabras que son así,
Cargadas o vacías.
Palabras, tuyas, suyas o mías.
Pero también
En algún lugar debe haber
Palabras de todos.
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