Eres lo radiante, lo lejano, lo prohibido,
el molde ideal de las semblanzas pasajeras,
el fulgor de un adíós, el honor de un olvido,
la melodía fugaz de todo lo que quieras,
Eres la beldad, la suficiencia, la simpleza,
la oda afable de una amabildad mundana,
la callada ignominia del monje que reza
en la casa de su Dios en cada mañana,
Eres el temple, el modismo, el orgullo,
el sano prejuicio de la vieja abadía
un pez en las aguas que nada en lo tuyo
cual una enredadera que trepa a tus días,
Eres lo que fui, un silencio indomable
en cada rincón de tu piel adormecida,
el último gemido que diste y aún tarde
escribí estos versos, que jamás leerías.