EN UN FUNERAL...

Lloraban, sollozaban
las rosas en las horas nocturnales,
aquellas que velaban
en tristes funerales
dejando malheridos los rosales.
Su llanto silencioso
en un suspiro gris se resolvía
y hasta el color hermoso
que antaño las vestía,
al paso de las horas se perdía.
Sus pétalos plañían
con ayes inefables e inaudibles
que a todos conmovían,
con sus inconfundibles
gemidos al dolor irresistibles.
También los cuatro cirios
que al féretro metálico rodean
como nevados lirios,
muy débilmente humean
y poco les importa que los vean.
Sus lágrimas de cera
resbalan por sus talles tubulares
y quedan a la espera
como en los colmenares
de verse consumir en los altares.
De vez en cuando gritan
sintiendo los rigores de la llama,
y gimen y crepitan
porque es lo que reclama
tan fúnebre y oscuro panorama.
En tanto los dolientes
ajenos al misterio del momento
como a regañadientes
contienen el aliento
tratando de ignorar su pensamiento.
Con voces apagadas
monótonas plegarias cuchichean
y esconden sus miradas
para que no los vean
y vida, sólo vida se desean.
¡Qué mar de sensaciones
pululan tan opuestas y encontradas!
¡qué extremas emociones
que tienden sus redadas
do quedan tantas almas atrapadas!
Instantes son, sagrados,
y sólo de los muertos exclusivos
en donde los pasados
no son sino cautivos
suspiros prisioneros de los vivos.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC