Puertas cerradas

Después de un par de semanas
me afeito
y vuelvo a ver la cara de un niño
frente al espejo,
con la mala suerte
tallada en sus huesos,
intentando visualizar un giro,
soluciones. . .
todas ellas
se van por el desagüe.
He dedicado mucho tiempo
a pensar cambios,
al parecer,
sin dar con el idóneo;
es lo que ocurre cuando la paciencia
se convierte en una constante vital
y solo tú
crees en ti mismo.
Habrá que dejarlo fluir,
supongo,
volverse loco entre paredes,
arañar la carne
hasta quedar desprovisto de envolturas,
a falta de constancia
solo quedan
pequeños arrebatos de valor;
eres positivo,eres positivo. . .
hasta que de nuevo abres los ojos
y no hay más escapatoria
que mandarlo todo
a tomar por culo.
La gente se ama,
las ratas salen a la luz de la luna,
el vagabundo se acomoda en sus cartones,
aquel joven se emborracha
y esnifa cocaína,
aquel otro
se va de putas,
uno echa de menos a su padre muerto
a causa de un maldito cáncer,
otro echa de menos
sentirse querido. . .
Mientras tanto
yo he dejado de ser fuerte
por un día,
por unas horas tal vez,
me abandono,
junto a mi apatía
me aislo;
tengo ganas de llorar
por todo aquello que se me niega,
por todo aquello
que se queda en el intento,
sin embargo,
no lo hago,
mis mejillas secas
son muestra de la desidia
con la que me enfrento
al vacío.
He vuelto al viejo hábito de odiarme,
no sé que hago aún en este mundo
si nadie está esperando
que haga nada,
debe haber algo malo dentro de mí,
algo que la mayoría ve
y que yo no he descubierto
todavía,
quizá sea eso lo único
que me sostiene en pie. . .