Como cadenas los cerros se enlazan
y lo recorren pedrosos senderos,
bosques nativos: alerces, cipreses,
bajo sus hojas se ensueña la tarde.
En un zumbido de abejas florece
sobre las rosas desnudas el gozo,
es un instante de luz fugitiva
y se hace vida en la sombra el amor.
A la pradera la cruzan los ríos
y hundo en el agua que corre mis pasos,
esta inquietud que acompaña mi vida,
pies andariegos no paran jamás.
Cuando se apague el deseo en los ojos
y los oídos no quieran ya oír,
se sentirá un cristal en el alma,
que se hace trizas, y estalla un volcán.
Humberto Reyes H.