Veintiuno de Setiembre

Creo que fue una tarde de setiembre, sí, fue un día veintiuno, justo el día en que nace el amor, justo cuando el viento nos trae a todos una esperanzadora canción.
Una rosa florecía, mostraba sus incandescentes pétalos al sol, era aún de mañana y a medida que los pétalos se iban abriendo se divisaban dos gotas de rocío, se encontraban allí como durmiendo…, las nubes, a su paso lento, la vieron aquella rosa era muy especial, tenía en las hojas un color verde de esperanza y de paz, en los pétalos el color del amor, en el aroma un mundo lleno de gozo sin fin. Las nubes la contemplaron y se amontonaron en el cielo para poderla ver, ella se veía sedienta, asi que las nubes decidieron llover, y llovió…, al fin escampado la mañana se iba, y la tarde se asomaba mientras el oreo mecía a la pequeña, tierna y delicada rosa…
La tarde llegó, y en el cielo, como indicio de la lluvia, un arcoiris se dibujó mecía su luz, la tarde era bella y más aun para aquella rosa que de tanto contemplar belleza durmió en aquel lugar… y soñó:
Soñó con vivir por siempre, y no morir como otras rosas, soñó que alguien la llegara a amar, soñó con ser más que una rosa, con compartir su aroma con alguien que la quiera, que la ame, que la proteja…
De súbito la rosa despertó, mientras de la tierra alguien la arrancaba, ¿Quién será se preguntó?¿qué querrá?¿Por qué me arranca de mi lugar?; sus delicadas espinas no pudieron protegerla así que la rosa, ya no en tierra, se vio sin fuerzas y, al agonizar, durmió.
Es ocaso y la rosa apenas despertaba y se vio, tenía los pétalos hermosos, estaba en su máximo esplendor, ¿Por qué tenía que morir justo ahora?, aun pudo ver granos de tierra en su tierno tallo…¿, Adónde la llevaban?, aquella rosa se sentía morir…
El ocaso llegaba a su fin y la noche estaba cerca y se dio que la rosa cambió de mano y así llegó a ella, ella sintió su aroma y la besó, porque aquella rosa era algo más que una flor, y con el beso la flor vivió…
Ahora ella la cuida, la protege y la ama, aquella rosa jamás será destrozada, aquella rosa encontró quién la quiera, pero más que todo dejó de ser una flor, ahora aquella rosa era el pan de un amor, porque en aquella rosa yo le di mi corazón.
(Andrés M.V.)